lunes, 15 de diciembre de 2008

CUERVOS MENSAJEROS

David quería construirle al Señor un santuario digno: el Rey vivía en una casa hecha con buena madera, mientras que el lugar destinado a Dios era una tienda de campaña.

El Señor agradece este ofrecimiento del Rey David. Y es su hijo Salomón el que construiría el famoso templo de Jerusalén.

Pero el verdadero lugar donde habitará Dios será el vientre de una mujer, porque el Señor ha decidido hacerse hombre, poner verdaderamente su tienda entre nosotros.

Dios se hará hombre y ya nunca dejará de serlo. Además tenía pensado nacer de la familia de David.

Como se ve Dios siempre supera nuestros deseos. Y al que quiere tener un detalle con Él le premia como algo nunca soñaría.

Es como si Dios hubiese pensado: –
Tú has querido tener el detalle de hacerme una casa para mí, pues mi templo será una mujer de tu familia. Y allí estaré pero de una forma especial: como un niño.

También a nosotros se nos ocurre hacer cosas por Dios. Hemos de pensar que todas esas ideas el Señor las transformará en regalos sorprendentes.

En el cielo nos daremos cuenta de cómo ha mejorado Dios nuestras ilusiones. Con los hechos el Señor nos dice: –
Atrévete a desear cosas grandes que Yo que soy Tu Padre te las mejoraré. Tú pides juguetes, yo te daré cosas reales.

Por eso en tiempos de crisis y en tiempos de bonanza la mejor inversión es la que se hace en las cosas del Señor. Nuestro Padre Dios siempre es «la pasada», porque siempre se pasa: supera nuestras expectativas.

Todos los monarcas buscan estabilidad en el reinado. Y todo eso Dios se lo promete a David, pero de una forma que el Rey no podía imaginar.

En profeta Natán fue el enviado por el Señor para decirle a David: «Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre» (2 Sam 7,16: primera lectura de la Misa).

El Señor envía a un mensajero para decirle que había escuchado sus buenos deseos. Y esto es curioso. Dios no sólo mira nuestras obras sino nuestros deseos.

También en nuestro caso puede que, una persona de parte de Dios, nos comunique que el Señor está contento con lo que pensamos el otro día.

Dios que podría hablarnos directamente, por lo general, utiliza instrumentos. A nosotros nos gustaría que Él personalmente nos dijese las cosas, pero...

Algunos santos se han quejado en su oración: –
Que no me envíes ya más mensajeros, que no saben decirme lo que quiero.

Es lo que han dicho las personas enamoradas: –
No me mandes papeles, que no sé leer, que no sé leer. Por el correo mándame a tu persona...

Hoy se diría menos poéticamente: –
No me mandes e-mail que se cuelga la red, que se cuelga la red. Por internet mándame a tu persona...

El Señor se adapta a nuestra forma de ser, por eso prefiere no avasallar. Y hace como la persona que buscan el cariño de otro. Nada más que hay que leer a Jane Austen para darse cuenta de lo que hacen los enamorados.

Hay que dejar aparte «orgullo y prejuicio», y tener «sentido y sensibilidad» para buscar que la otra persona no se sienta acorralada y de el primer paso. Hacerle ver que nos interesa pero sin grandes aspavientos. Buscar a otros que le vayan contando lo que nosotros pensamos. Y evitar a todo trance que la persona que nos interesa nos dé calabazas. Estas son las cosas del amor.

Y Dios actúa así. Nos quiere tanto que sentiría mucho la ruptura, que nosotros zanjáramos la cuestión. Prefiere ir dando pasos poco a poco para ganarse nuestro afecto.

Y, cuando ya lo ha conseguido, sigue avisando de su cercanía, para que el amor crezca. El Señor nos va dando «toques» a nuestro móvil, antes de presentarse, para ir preparando nuestro amor.

Y esto es lo que hizo con David, y con María: después de tanto preparar su llegada, al final la sorpresa.

Lo que había sido profetizado, se cumplió. Y fue otro mensajero de Dios, esta vez propiamente un «ángel», el que le dijo a María: «Darás a luz un hijo[...], el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin» (Lc 1, 31-24: Evangelio de la Misa).

Menuda sorpresa. María estaba casada, pero había decidido entregarse a Dios por completo, en alma y en cuerpo. Se había consagrado a Dios en virginidad.

Sabia que de ella podría descender el Mesías esperado, pero prefirió ofrecerle a Dios todo ese honor. Y el Señor la sorprendió con una gracia mayor.

Ella pensaría que nadie sobre la tierra le diría nunca «mamá». Pero se equivocó: ha sido la persona que en la historia de la humanidad ha oído la palabra «Madre».

Además no sólo ha sido la Madre de un hombre, sino que es verdaderamente la «Madre de Dios».

También esta vez el Señor envió a un mensajero: su nombre era Gabriel.

Más tarde, el apóstol Pablo fue enviado por Dios para revelarnos a nosotros ese «misterio mantenido en secreto durante siglos» Rm 16, 25: segunda lectura de la Misa).

Ya se ve que Dios no deja de enviarnos mensajeros para que conozcamos a Jesús. Ahora también lo hace. La iluminación de las calles, los belenes, los regalos, el turrón, el pavo, y los árboles de Navidad... todo nos recuerda el nacimiento de este Niño que dará la vida por nosotros y que resucitará, para que su reino no tenga fin.

Todo nos recuerda que los hombres y nuestras cosas pasaremos, pero que el reino de Jesús estará siempre ahí.

Aunque los cristianos sean masacrados, humillados, perseguidos, crucificados como lo fue Jesús, sin embargo su reino seguirá.

Siempre habrá gente –aunque queden pocos– que sean súbditos de este Rey muerto y resucitado.

Dios también te ha elegido a ti –que lees estás líneas por internet– como eligió a Natán, a Gabriel, y a Pablo.

En este tercer milenio quiere el Señor que comuniques a los que tienes alrededor la posibilidad de tener amistad con Él.

En algunos países que antes fueron adoctrinados en el ateísmo, como Rusia o Rumanía, hoy el cristianismo está de moda.

En otros que fueron llamados católicos, en la actualidad, seguir a Jesucristo no está de moda. Los que son amigos de Dios son etiquetados como «carcas».

Y por la calle, a los curas, que visten de curas, suelen llamarles «cuervos». Tanto es así que un sacerdote francés se ha extrañado de la falta de educación en algunas ciudades españolas. No importa.

Cuando no está de moda ser católicos. Cuando ser amigo del Señor no está bien visto por la mayoría aquí estamos nosotros para hacer como los primeros cristianos.

Hablar de Jesús. En Roma, durante la época Nerón, un niño cristiano estudiaba en la escuela de pajes. Y sus compañeros para reírse de él habían hecho una pintada en la que se veía a un crucificado con cara de asno, y junto a él alguien orándole.

Y como lema había escrito el nombre del chico: Anaximeno adora a su Dios. Pero el muchacho cristiano no se cortó un pelo porque añadió: Anaximeno, fiel.

Esto es lo que tenemos que hacer no desanimarnos sino seguir hablando de Dios. Alguien nos escuchará. Puede ocurrir como en el caso de Pablo: también los fanáticos se convierten, y no cuando nosotros queremos sino cuando le toca la gracia de Dios. Porque el reino de Jesús no es un reino de violencia, sino de misericordia.

Y aunque nos llamen cuervos, habría que decir: –soy un cuervo, pero un cuervo mensajero.

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