lunes, 24 de diciembre de 2007

Noche Vieja

Vamos a pedirle al Señor hacer muy bien esta oración. Rezar como rezan los santos. Oír la voz de Dios: -¡Señor danos esa gracia!

Hijos míos –son palabras del Prelado del Opus Dei del uno de enero de hace unos años–,
no se trata de dramatizar, pero la vida se nos va de las manos (…) ¡Se nos va la vida! Una vida que puede tener toda la trascendencia divina.

Dentro de media hora entraremos en el 2008. El Señor nos da más tiempo para quererle.

La doctora más joven de la Iglesia, que murió a los 24 años, escribía a su hermana diciéndole:
la eternidad se acerca a grandes pasos.

Efectivamente vemos que cada día que pasa, cada año que pasa nos acerca más rápidamente a nuestra vida definitiva: donde nos espera una auténtica felicidad.

Leí una vez un estudio curioso sobre el paso del tiempo. Decía que el lugar donde el tiempo pasa más despacio es en los semáforos y, sobre todo, esperando al autobús. Y, curiosamente otro de los lugares donde el tiempo corre lento es cuando uno está tomando unas copas.

Con un vaso en la mano, animándose unos a otros con ganas de disfrutar y repitiéndose una y otra vez: —¡qué bien lo estamos pasando! Son las ganas que tenemos todos de ser felices, pero sabemos que con los cotillones no se llenan.

Dice el salmo: Pon tus delicias en el Señor y te concederá los deseos de tu corazón. Sabemos que Él es quien sostiene nuestra vida.

Tú y yo –decía en una ocasión el Prelado del Opus Dei- estamos llamados a ser del cielo porque sólo en Dios está nuestra esperanza.

También nos sirve aquella idea que repetía de san Josemaría: un año más que pasó nos aproxima a la felicidad del cielo.

Hoy, en vez de pensar en una lista interminable de cosas que tendríamos que mejorar, que además de largo sería deprimente, podemos hacer nuestra meditación mirando a nuestra Madre del Cielo.

Madre de Dios y Madre nuestra. Pensar en la Virgen nos anima, nos da esperanza, aprendemos a movernos en los planes de Dios.

Su protección se nota, sus enseñanzas para tratar al Señor nos sirven de mucho. Con Ella es fácil llenarse de Dios: Hija, Madre y Esposa.

Su trato provoca en nosotros una hoguera. Se cumplen aquellas palabras de la Escritura:…
Ure igne

-He venido a traer fuego a la tierra… ¿y qué quiero sino que arda?

Se lo podemos pedir a nuestra Señora: –
Sancta Mater istud agas: que se haga esto en mí, que no se apague esa hoguera.

En el libro del Apocalipsis, san Juan se dirige a la iglesia de Éfeso. Era la principal de las siete iglesias. Éfeso había sido una comunidad floreciente. Allí vivió María.

En la visita que hizo el Papa a Turquía hace poco tiempo estuvo en su casa, donde celebró Misa. También San Juan vivió allí unos años. Incluso San Pablo residió en Efeso durante casi tres…

Pues, el mismo San Juan, al escribir a esta iglesia primero alaba su paciencia y su fortaleza en mantener la fe, pero luego corrige su pérdida de fervor:
Tengo contra ti que has abandonado tu primera caridad.

Quizá por eso la Iglesia allí no cuajó del todo, a pesar de tener tan reciente la presencia de la Virgen y la de los apóstoles de Cristo.

Hoy la casa de María es un lugar de peregrinación para católicos y musulmanes, y la comunidad católica se reduce a tres monjas italianas…

Vamos a pedirle a la esposa del Espíritu Santo que vuelva a encender ese fuego que nos acerquemos al Niño que parece que nos necesita.

–Oh Dios no te alejes de mí, porque Tú eres mi esperanza, mi seguridad desde mi niñez. Tú eres mi protector.

El Evangelio de la Misa de hoy nos dice que la Virgen conservaba todas las cosas que sucedían y las guardaba en su corazón.

Guardaba en su interior las instantáneas de la vida de su Hijo, como las abuelas que tienen en una caja de lata de bombones de Nestle recuerdos en papel Kodak: la primera foto del álbum de familia y del hijo pequeño que a parece tal cual después de un baño.

La Virgen guardaba los primeros llantos del Niño, la Palabra de Dios que llora en Belén; o del lejano Egipto: Jesús que empieza a andar a la sombra de las pirámides.

Esas cosas no se le podían olvidar a María. El primer día que Jesús fue a trabajar al taller de José; cuando le empezó a cambiar la voz. Se iba haciendo mayor y cada día era mejor…

Hoy es la fiesta de su Maternidad. Es la celebración de la Madre de Dios. Vamos a pedirle que nos enseñe a querer al Niño, a pensar en Él y tenerle siempre presente.

El gesto típico de una madre es tener a su hijo en brazos. Así aparece en Belén. Y así la vemos en el Calvario, con su Hijo en brazos…

Cuando uno observa con detalle la Pietà de Miguel Ángel, descubre algo curioso. Parece como si el artista hubiera querido mezclar la escena de Belén y la del Gólgota. Y se ve como, a pesar de los años del Señor cuando murió, la Virgen sigue tiene la cara de una niña…

Jesús aparece sin heridas a pesar de las torturas de la Cruz, tiene el cuerpo como el de un niño.

En Belén, en el Gólgota todos le rechazan, la humanidad lo desprecia o no le hace caso…

María no, María lo protege, lo cuida. Las primeras horas en este mundo las pasó en sus brazos y al morir igual.

En medio de un sufrimiento indescriptible, la ve a Ella allí, de pie, a solo unos metros…como en Belén…

¡Cuánto nos sirve mirar a nuestra Madre!
–Ayúdanos en este 2008 a tener más presente a Dios, a tratarle más. Muestra que eres Madre nuestra, enséñanos.

Ignacio Fornés

viernes, 21 de diciembre de 2007

Sagrada Familia

¿Has pensado alguna vez en cómo sería el mundo si la Navidad no hu¬biera ocurrido? ¿Cómo sería sin que hubiera estado viviendo la Sagrada Familia sobre la tierra?

Es algo que no se puede resolver, es una utopía… aunque si que nos lo podemos imaginar. Dios nos hubiera salvado de otra manera, eso seguro. Pero la Teología ya es lo bastante difícil como para hacer ahora experimentos mentales…

Al hacernos esa pregunta ¿qué hubiera sido de este mundo sin la Navidad, sin Jesús, José y María? me refiero más a pensar qué hubiera sido de los hombres, de sus relaciones sin Dios.

Para imaginarse esto no hace falta cerrar los ojos, como se hace cuando quieres imaginar algo…Para pensar en un mundo sin Dios hay que abrir los ojos y mirar lo que está ocurriendo…

El otro día, 24 de diciembre oía la radio, las noticias eran desalentadoras, un hombre de 60 años apuñalaba a su pareja y otro, más joven, apuñalaba a la suya delante de sus hijos…

Así estamos. Así está la familia sin Jesús, José y María…Vivir sin la existencia de un establo oscuro en una noche de nieve, sin la Trinidad de la tierra, es una vida difícil.

Dios no es una hipótesis filosófica; no es algo que “tal vez existe”; sino que nosotros le conocemos y él nos conoce a nosotros. Y podemos conocerle cada vez mejor si permanecemos en diálogo con Él…

Son palabras del Papa que nos ayudan a tener la certeza de Dios aunque calle. Incluso la gente que no cree debería funcionar como si Dios existiera, porque la vida se hace así más humana, más llevadera.

El Señor mismo quiso vivir dentro de una familia, una familia que hizo sagrada con su presencia. Lo que les unía a María y José era el Niño, el amor a Dios. Jesucristo rompe todas las barreras, las distancias entre las personas, por grandes que sean. Así vivía la Familia de Dios en Belén, en Egipto y en Nazaret.

Por eso, vamos en nuestra oración de hoy corriendofestinantes- como los pastores para ver a la Virgen, José y el Niño y pedir por las familias y las relaciones entre los hombres, para que haya paz entre los hombres de buena voluntad… como nos dijeron los ángeles en Nochebuena.

La paz se consigue con cosas pequeñas. ¿Qué vemos en la Sagrada Familia: delicadeza, solicitud unos por otros… Allí nadie se reserva nada… decía San Josemaría.

Hacían cosas unos por otros que se veían diariamente. San José sonreiría por dentro al pensar: ¡caray! que detallosa es María que ha limpiado de virutas mi túnica; o Qué bueno es José –pensaría la Virgen–
que ha traído agua del río, así no tengo que bajar esta tarde…

María se daría cuenta de un burrito de madera nuevo que llevaba Jesús entre sus manos. Detalles todos pequeños pero constantes…

Ese es el ambiente de una familia cristiana. Pero cuando no está Dios presente… ¡Cómo sufrieron la Virgen y San José al perder a Jesús con tan solo doce años…! Tres días que les pareció una eternidad…

Eso le ocurre hoy a mucha gente, que sus vidas les parece una eternidad, se aburren o sufren por mil cosas porque no tienen al Señor y por eso no se quieren.

María y José ayudad a las familias a que el Señor llene sus hogares.

Eso se consigue compartiendo alegrías y tristezas; sonriendo, olvidándose de las propias preocupaciones para atender a los demás; escuchando las cosas de los demás; pasando por alto pequeños roces que el egoísmo podría convertir en montañas;

La soberbia violenta la memoria, la oscurece; justifica nuestro mal comportamiento para no tener que rectificar; almacena argumentos, razones, que van ahogando la voz de la conciencia, cada vez más débil, más confusa…

Cosas pequeñas, muy pequeñas pero que oxigenan la lucha, las preocupaciones, el cansancio diario. Son detalles que suavizan los malentendidos, a veces inevitables…

pasar por alto, son palabras de San Josemaría,
menudos roces sin importancia que el egoísmo podría convertir en montañas; (…) poner un gran amor en los pequeños servicios de que está compuesta la convivencia diaria.

Belén, Egipto, Nazaret…
allí nadie se reserva nada… a esa Familia pertenecemos…

-¡Jesús, José y María ayúdanos a vivir así!

Ignacio Fornés

San Juan

Celebramos la fiesta del menor de los Apóstoles: el Señor lo llamó cuando era muy joven. Juan, humanamente era una persona muy lanzada, con grandes deseos, a veces un poco egoístas.

Quería ser de los primeros en el reino de Jesús, pensaba que sería un reino humano, que triunfaría políticamente como David, y se apresuró, a través de su madre a pedir...

La madre pide para Juan y su hermano tener el puesto más importante en el Reino de Jesús. Y el Señor les dijo: No sabéis lo que pedís ¿podéis beber el cáliz que yo he de beber?

Se refería a la Pasión, ese cáliz, esa copa amarga... y él y su hermano respondieron: ¡podemos! Todos los cristianos tendríamos que ser capaces de responder también:
podemos con tu gracia, superar todas las dificultades.

Sin embargo el ambiente cultural que nos rodea no cesa de repetir su mensaje publicitario:
Huye del dolor, cueste lo que cueste. No busques más que el placer

Pero ese anuncio publicitario no sería cristiano, y además es tremendamente engañoso: seguir el consejo que está en el ambiente es la mejor manera de no ser feliz.

Uno de los protagonistas de las Crónicas de Narnia, el pequeño Edmund se pone tibio de tocino de cielo que la Bruja fabricaba para tenerlo cogido. Lo tenía atrapado al pobre chico por la comida.

No es que los cristianos seamos masoquistas que vamos buscando el dolor: el dolor en la medida de los posibles ha de ser aliviado.



Pero el dolor forma parte de nuestra vida y querer eliminarlo por completo significa eludir la vida misma.

Rehuir el dolor es rehuir la vida: rehuir de lo que la vida puede traernos de bueno y de bello.

En la historia del León, la Bruja y el armario, para salvar a Edmund que había sido embaucado por la Bruja, el León Aslan hace un contrato y morirá en lugar del chico.

Edmund quería ser rey pero con engaños, y fue precisamente la muerte del Rey lo que hizo que el chico se salvara.

En nuestra vida ocurre que cuando damos la vida por los demás nos hacemos señores de nosotros mismos.

Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, la encontrará, nos dice Jesús. El Evangelio es bastante más fiable que la publicidad actual.




Obviamente, los cristianos no tenemos nada en contra del placer, ni contra el tocino de cielo, que es una cosa buena, y que forma parte de la vida.

El placer es bueno, pero no ha sido hecho para tomarlo egoístamente, sino para darlo y recibirlo.
Es sorprendente la conducta de muchas personas: con frecuencia, huyendo de un pequeño sufrimiento se causan otros mucho mayores.

Hay que ser realistas y dejar de soñar con una vida sin dolor y sin lucha.

Debemos tomar cada día la cruz, para ayudar al Señor. Y antes o después el cáliz amargo de la pasión se transformará en otro de inmensa dulzura. Pero es que además la vida es buena, y bella tal como es, incluso contando con dolor.

Las contrariedades a menudo contienen muchas ventajas. Nos impiden constituirnos en propietarios de nuestras vidas y de nuestro tiempo.

La inteligencia de Dios, es infinitamente más bella, más rica, y más misericordiosa que la nuestra.

Y para ir entendiendo, la sabiduría de Dios muchas veces es necesario que nuestra inteligencia humana se tambalee: La Bruja en las Crónicas de Narnia se ríe cuando al León le cortan la cabellera, y lo martirizan, pues no entiende la Magia de Aslan.

Dios no quiera destruir nuestra inteligencia, sino elevarla y purificarla: pero hay una magia más antigua que la nuestra, que es la Gracia de Dios.

Mientras que el pecado es estrechez, la santidad es amplitud de espíritu, y grandeza de horizontes.

En la historia de El León, la Bruja y el armario, en ese cuento de Navidad, que es cristiano, se observa el desconcierto de las niñas cuando matan al protagonista. No entienden el porqué.

Es cierto que en circunstancias de prueba, lo que nos suele resultar más difícil no es tanto el dolor como no saber su porqué. Y es que existe en el hombre, una necesidad de comprender, una sed de verdad.

La fe no puede prescindir de la razón, de ahí que sea bueno querer comprender el sentido de cuanto vivimos. Lo que nos llena de paz en esta vida es la certeza de que Dios es fiel y jamás nos puede abandonar:

–Dios mío confío en Ti, que buena oración para decírsela ahora, tu que eres joven y como Juan tienes la vida por delante.



Os voy a leer dos citas. Una que dice: La juventud de hoy está corrompida hasta el corazón. Es mala, atea y perezosa. Jamás será la juventud que ha de ser. Y la otra: Los jóvenes son el futuro de la humanidad y la esperanza de las naciones.

Esta última es de Benedicto XVI en Colonia, el mes de agosto pasado. Y la anterior es de una Inscripción babilónica del siglo XI a.c. Ya se ve que en los siglos de cristianismo la opinión sobre la juventud ha cambiado mucho.

Por eso vosotros que sois jóvenes, la esperanza del mundo, tenéis que fiaros de Dios. Pedro no quería que Jesús fuese a morir a Jerusalén, no entendía el porqué de la cruz.

En una ocasión el Señor le dijo: Lo que yo hago, tú ahora no lo entiendes, lo entenderás después.

Hay cosas en las que tenemos que fiar de Dios, porque no tienen explicación humana, se entienden después de vivirlas. Juan entendió todo después de beber el cáliz.

El cáliz del Señor fue muy amargo: Juan vio la muerte del Maestro, experimentó aquel viernes de muerte que todo lo que el había deseado se había terminado.

Más tarde se daría cuenta de lo afortunado que había sido. Dios lo había elegido para estar junto a María en el calvario. Precisamente allí bebió el cáliz, pero también fue allí donde se le entregó María como Madre.

Ella es la mujer más maravillosa que ha existido, y en Juan estamos representados todos.

NAVIDAD

La Navidad es un tiempo para esforzarse por mirar más a Jesucristo. Fijar los sentidos, contemplar también con el oído porque a los niños, sobre todo, se les oye. Vino a la tierra para padecer y lo primero que hizo fue llorar.

La Palabra de Dios/llora en un establo/dulce música nos dice el poeta…

La Palabra de Dios, el Verbo, la Imagen perfectísima de Dios, que venía a hablarnos con toda su Sabiduría, lo primero que hace es llorar: La Palabra de Dios llora en un establo. Algo sobrenatural que hace de esta noche distinta.

Qué cosa tan poco lógica: Dios que llora y además viene a empezar su misión en el ámbito de una cuadra: no era ni el mejor sitio, ni la mejor actitud que reflejaba a Dios.

Pero sí que es una cosa lógica porque venía a humillarse y a excederse en su Amor, hasta hacer fuerza a los atributos divinos.

Venía a hablarnos de ese Amor tan grande, no con palabras bonitas y poéticas, sino con hechos. Nadie gana a Dios en su Amor.

Pero podíamos habernos preguntado: eso está bien, pero Dios no puede sufrir ¿Podría Dios sufrir por nuestro Amor? ¿Nos querrá tanto como para pasarlo mal por nosotros?

Sabemos que la medida de nuestro amor se mide con el sacrificio.

Por eso, oír llorar al Niño es la mejor de las melodías, una dulce música, mejor que la de los Ángeles. Un cántico humano hecho por el mismo Dios: para sufrir no manda emisarios, viene Él mismo.


Dicen que el mayor honor que hace Dios a un alma no es darle mucho, sino pedirle mucho. Ésta es la lógica del Espíritu Santo, del Amor de la Trinidad: nos pide porque quiere escucharnos el corazón.

Eso hace el Señor con todos los que trata como santos. Dios se da del todo y los que están a su alrededor dan todo: mientras más cerca de Dios, más tendremos que dar.

Dar lo que nos vaya pidiendo, lo que en cada momento nos cueste, eso que parece poco lógico para su triunfo, para el buen funcionamiento de su reinado: quizá lo que con ojos humanos hace que nos rebelemos porque es poco práctico, eso es lo que el Señor, a menudo, nos pide...

Nos pide, porque no nos obliga: lo que busca es nuestro amor: eso es lo verdaderamente eficaz; esto es lo que nos hace santos con el Amor de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad.

Mira al Niño y ve que callando habla: un niño no puede hablar en la noche de su nacimiento.

Dios que llega para hablar y lo primero que hace es no decir nada; mucho tiempo pasa sin decir nada, porque su forma de hablar es con hechos: nadie se esperaba que viniera por la puerta de la humildad, de la pobreza de espíritu; nadie pensaba que es Dios: el

Ser necesario quiere pasar verdadera necesidad, la misma necesidad que pasó San Josemaría, que le llevaba a decir:
¡qué mal me tratas, qué mal me tratas!

¿Qué hay que hacer para tener docilidad al querer de Dios y adaptarse rápidamente a sus planes?

Tener la mentalidad de un ser necesitado, de un niño; decía gráficamente el Señor: hacerse un niño. Dios quiso pasar por aquí, por eso, callando habla y enmudece a los sabios, desconcierta la experiencia humana.

Hoy es un día para estar contentos, la liturgia de la Iglesia entona el Gloria: Gloria a Dios en el Cielo, y en la tierra paz a los hombres.

Annuntio vobis gaudium magnum, dijo el ángel a los pastores como si fuera el Cardenal camarlengo el que anuncia el nombre del nuevo Papa.

No temáis, pues vengo a anunciaros una gran alegría:
Hoy os ha nacido, en la ciudad de David, el Salvador, que es el Cristo, el Señor.

Los comentaristas hablan de la prisa de los pastores, y dice que la alegría da alas: nadie puede buscar a Cristo con la tristeza de los perezosos. El Señor necesita a gente entusiasta a su alrededor: el Señor elige a pastores y pescadores: gente de buena voluntad.

Dios nos quiere por nuestra buena voluntad, se conforma con lo poco que saben y pueden unos pastores y pescadores, que ni siquiera poseen una tierra estable como los que trabajan en la agricultura.

Tienen que cantar los ángeles: era necesario que se manifestase también la Divinidad; el 25 de diciembre los ángeles echan las campanas al vuelo, era la primera canción de cuna, que la Virgen repetiría tantas veces, y que contaría a San Lucas.

Dicen que la Navidad nos vuelve poetas. Nada más hay que leer el texto de la mayoría de los Chritsmas. Te leo un poema que lleva por título Humildad y Gloria que nos ayuda a hacer oración:

La Palabra de Dios/llora en un establo/dulce música/mejor que la de ángeles:/callando habla/y enmudece a los sabios.

Y en el Cielo/resuena el Gloria,/canción de cuna/para un Dios loco/que se ha hecho Niño/por amor a los hombres.

María y José, viendo al Niño, estarían pensando lo mismo: es Dios y está llorando, está aquí por amor a los hombres….

Ignacio Fornés y Antonio Balsera

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Carta de diciembre

Nos dice San Marcos que un día el Señor subió a la montaña y llamó a los que él quiso y vinieron a él. Escogió a doce para que estuvieran con él y enviarlos a predicar.

El Señor nos ha llamado para dos cosas: estar cerca de él y para que hagamos apostolado.

El Prelado en su carta de diciembre dice: Acabamos de empezar un año mariano en la Obra para agradecer a la Santísima Trinidad, por medio de la Virgen, la erección de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei hace veinticinco años.

Y nos anima a dar un salto de calidad justamente en la santidad personal y en el apostolado.

La Virgen María, Madre nuestra, siempre ha tenido mucho que ver en la vida de las personas y, claro está, con el desarrollo de la Iglesia, por eso le invocamos con confianza en las letanías: Madre de la Iglesia, ruega por nosotros.

Es fácil entender a San Josemaría cuando decía que el Opus Dei nació y se ha desarrollado bajo el manto de Nuestra Señora.

En la llamada que Dios dirige a las personas para decirles el camino que deben seguir para irse al Cielo, María siempre ha tenido que ver de alguna manera. ¡Es tan fácil reconocer la asistencia de Nuestra Señora en cada paso de nuestra vida! escribe el Prelado.

Las intervenciones de nuestra Madre son claras y manifiestas, se notan. Cuando en el siglo XVI se apareció al indio Juan Diego la señal de su presencia fueron unas rosas que crecieron en un sitio imposible y en medio de un clima totalmente contrario. Lo mismo sucedió en Roma cuando cayó nieve en pleno agosto en el sitio donde quería que se le construyera una basílica, la que después fue Santa María la Mayor.

Su ayuda a los hombres, sus hijos, no pasa desapercibida.

A través de su protección nos ha alcanzado luces y gracias nuevas y como abogada nuestra nos ha defendido tantas veces de las insidias del enemigo, nos ha ayudado a vencer las tentaciones, nos ha hecho superar los obstáculos que se interponían en ese caminar hacia Dios.

Así aparece muchas veces pintada en los cuadros, pisándole la cabeza a la serpiente. Ningún obstáculo frena su poder. El libro del Génesis nos dice que el diablo, el tentador, no tiene ningún dominio sobre Ella porque es la Inmaculada, la Toda Santa.

Por eso le pedimos ahora con confianza: bajo tu protección nos acogemos Santa Madre de Dios.

El Prelado nos invita a que consideremos sosegadamente esta protección en el silencio fecundo de la oración, y descubramos con mayor claridad aún la actuación constante de nuestra Madre del Cielo, hasta en los acontecimientos aparentemente más pequeños de nuestra existencia.

-Señor danos la gracia para tenerla muy presente en nuestra vida.

María nos ayuda a superar los obstáculos para rezar bien y estar muy cerca de Jesús, y para convirtir a muchas almas. Con razón repetía san Josemaría que a Jesús se va y se vuelve por María.

Nos es fácil acudir a su ayuda para recorrer cada tiempo litúrgico y acercarnos más al Señor. En este marco, el Prelado se refiere al Adviento como una llamada a tener muy presente que Dominus prope, que el Señor está cerca. Nos anima a que esa cercanía se convierta en intimidad para superar así las dificultades en nuestra entrega.

Para tomar un poco el pulso de nuestra lucha, nos pregunta: ¿Con qué frecuencia hemos repetido ya: veni, Domine Iesu, ven, Señor Jesús?

Y en el apostolado nos aconseja empeñarnos más, a diario, en transmitir a nuestro alrededor, sin respetos humanos, que Dios está muy cerca y llama a la puerta de las almas, como llamó a las puerta de la posada de Belén. ¡Ábrame, hermana mía, amada mía! nos dice el Cantar de los Cantares. Hacerle ver a la gente que Jesús está a la puerta y llama.

Es fácil recorrer esta semana junto a la Virgen, San José y el burro, mientras recorren los 150 kilómetros que separaban Nazaret de Belén, muy cerca del Niño que nacerá para manifestarse al mundo desde una gruta.

Hay un famoso libro de Navidad titulado El Belén que puso Dios donde se dice que el mayor Belén realizado por Dios fue la Creación del mundo, y que el Señor continúa haciendo belenes en el alma de las personas.

Dios viene. Tenemos que despertar a la gente para que se den cuenta de que el Señor viene no ayer, no mañana, sino hoy, ahora -son palabras de Benedicto XVI- (…) no es un Dios que está en el Cielo, desinteresado… Es un Padre que nunca deja de pensar en nosotros y (…) desea encontrarse con nosotros y visitarnos (…) viene a salvarnos.

Estas fechas son una oportunidad muy buena para hacerles ver a nuestros amigos que cuando estos días estén montando el Belén o vayan por la ciudad visitándolos, que se den cuenta de que Dios está entre nosotros, que no pueden vivir como si no existiera, como si fuera una hipótesis, porque el Señor nos conoce y quiere estar cerca de los hombres.

Acudimos a María y a José para que nos ayuden estos días a ser como el borrico, que llevemos a Dios para meterlo en el alma de los demás.

Ignacio Fornés

lunes, 10 de diciembre de 2007

PLÁTICA 2 JUNIO

El leproso (Mt 8, 1-4): Santa Pureza

Descripción del pasaje: ¿Te imaginas la vida de aquel hombre? Antes de enfermar, posiblemente tendría su trabajo, su familia, sus amigos... Pero un día le aparecen manchas en la piel. Intenta ocultarlas pero alguien le ve esas horribles manchas y lo denuncia a los sacerdotes.

Le expulsan de la sociedad y tiene que abandonar todo, para irse a vivir solo o con otros leprosos. Además es considerado “impuro” y no puede ni acercarse a rezar en el templo.

Un día, no se sabe cómo, oye hablar de Jesús, de sus palabras, de sus milagros, y se le enciente la esperanza: ¿tendría Jesús remedio para él?

Quizá los otros leprosos le intentarían disuadir. Y, por supuesto, los sanos no permitirían que se acercara a ellos y tratarían de alejarle, aunque fuera a pedradas.

Él vence todas las dificultades, hasta llegar a Jesús. Y le expone con sencillez y confianza su problema: Señor, si quieres, puedes limpiarme.

Consideraciones: Este hombre tiene una gran fe en Cristo: ¡ puede curarme! Tiene esperanza de ser oído por el Señor. Pide las cosas con sencillez. No se conforma con sus miserias, quiere quitárselas.

Dios permitió aquella enfermedad, que tantos sufrimientos causaría a aquel hombre, para, después, devolverle la salud del cuerpo y del alma.

El Señor tiene sus planes y quiere servirse de los sacerdotes para hacer llegar a cada uno de nosotros la realización de muchos milagros.

Dialogo: Señor, yo también tengo “lepra” en el alma: ¡Cúrame! ¿Qué he de hacer, Señor, para que me cures la “lepra”? Gracias, Señor, por mis miserias, porque así no he tenido más remedio que acudir a ti con total confianza. te pido, Jesús por mis amigos, para que le cures de su “lepra”.

PLÁTICA 1 JUNIO

La hemorroisa (Lc 8, 43-48; Mt 9, 20-22): Amor a la Eucaristía.

Descripción del pasaje: Llevaba muchos años con su mal, gastando su fortuna en médicos. Posiblemente, llevaría bien su enfermedad, pero ésta traería muchos inconvenientes a su familia. Quería trabajar por los suyos y la enfermedad se lo impedía.

Se acerca al Señor con fe pero no quiere molestarle, pensando que los demás le necesitaban mas que ella. Creía que con solo con tocarle el borde de su manto quedaría curada.

Al verse descubierta, se llenaría de sonrojo, pero quedaría contenta y feliz de haber sido sanada.

Consideraciones: ¿Acaso no necesitamos nosotros, más que la hemorroisa, acercarnos a Jesús, para que nos cure de nuestras enfermedades del alma? Tú y yo también tenemos la posibilidad de acercarnos a menudo al Señor en la Eucaristía.

Podemos visitarle cada día en el sagrario. Y podemos no sólo “tocar la orla de su manto”, sino comer y beber su cuerpo, sangre, alma y divinidad, en la comunión.

¡Qué bondad la de Jesús para con nosotros!

Diálogo:
¡Gracias, Señor, por tu entrega en la Eucaristía! ¡Gracias, Señor, por tu cariño hacia mí!

Que yo sepa tratarte siempre con fe, esperanza y caridad. Que no deje, ni un solo día de mi vida, de hacerte una visita para contarte mis alegrías y penas y para pedirte por todo lo que llevo en el corazón.

Que yo me acerque a menudo a recibirte en la Comunión. Que vaya siempre bien preparado, limpio de cuerpo y alma. Que sepa sacar tiempo para dedicar unos minutos a la acción de gracias después de recibirte. Que llene esos minutos de amor y desagravio, de peticiones y propósitos.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

PLÁTICA 4 MAYO

La Samaritana (Jn 4, 5-42): apostolado

Descripción del pasaje: Jesús también se agota pero, a pesar de su cansancio, no deja de pensar en los demás: sobre todo en el bien de las almas.

La Samaritana no parecía muy dispuesta a entablar una conversación profunda, pues ya estaba desencantada y desconfiaba de que nadie se acercara a ella sin ningún interés egoísta.

Jesús comienza pidiéndole un favor: ¡que manera tan delicada de ayudar es pedir ayuda!: es hacerles caer en la cuenta de que pueden ser útiles.

La mujer samaritana responde al Señor con cierta ironía: “¿Cómo es que tú, siendo judío, pides agua a una mujer samaritana?” (como si le dijera: vosotros nos despreciáis, pero ahora tienes que pedirme a mi...).

El señor le hace notar que puede darle a ella lo que nunca ha soñado: la vida sobrenatural, la vida de la gracia, la vida eter¬na.

Esta pobre mujer, se preguntaría por que ese interés de Cristo por ella: “Será porque no conoce mi vida”, piensa.

Cristo le hace ver que la conoce perfectamente y, sin embargo, la quiere, y cuenta con ella para una misión apostólica: que trai¬ga a sus paisanos.

La Samaritana, al saberse amada por el Señor se llena de agradecimiento y deseos de llevar a Jesús a todos los que conoce. Y, pasando por encima de respetos humanos -el miedo a lo que dirán, el temor a ser rechazada-, se lanza a hacer apostolado ¡y consigue traer a todo el pueblo!

Consideraciones: El señor nos esta esperando a todos y a cada uno y podemos dejar de aprovechar esos “encuentros”. A pesar de que nos conoce muy bien y sabe de nuestros errores y miserias, nos quiere y cuenta con nosotros.

No se fija tanto en lo que hemos hecho, cuanto en lo que vamos a hacer a partir de ahora.

Todo encuentro verdadero con Cristo nos tiene que llevar al apostolado, a acercar las almas a Dios.

Los respetos humanos, el miedo a quedar mal delante de los otros, son un freno para el apostolado.

Dios, sin tener necesidad de nadie, quiere necesitar de nosotros para redimir al mundo y llevar a las almas por el camino del cielo.

Dialogo:
Señor, que no me conforme con evitar el mal sino que pro¬cure hacer mucho bien a los demás por amor a Ti.

Que yo entienda, Señor, que tengo la obligación -como discípulo tuyo- de hacer un constante apostolado. Más aún, que vea en el apostolado un ideal humano y sobrenatural hacia el cual dirigir todos mis esfuerzos.

Que entienda también que hacer apostolado no es otra cosa que vivir con naturalidad mi fe y mi amor a ti, de modo que lo se note en todas mis actividades corrientes.

Que yo haga apostolado con mis parientes, con mis compañeros de clase, con los amigos y con cualquier persona con la que me relacione con el motivo que sea.

Que sepa aprovechar las oportunidades y que sepa provocarlas.
Que, antes de hablar a los demás de Ti, rece y ofrezca sacrificios por ellos.

Madre mía, reina de los apóstoles enséñame y animame a ser apóstol de tu Hijo.

martes, 4 de diciembre de 2007

PLÁTICA 1 MAYO

Juan, el discípulo amado (Jn 19, 25-27): amor a la Virgen

Descripción del pasaje: Este discípulo era el más joven de todos y, posiblemente por eso, el más “mimado” del Señor.

En el Evangelio que escribió después, se llama a sí mismo “el discípulo que Jesús amaba”.

También Jesús quería a los demás, pero quería especialmente a Juan porque se había entregado libre de ataduras humanas: es el apóstol virgen.

A pesar de su juventud, demuestra ser más valiente que los demás apóstoles: a la hora de la Cruz, él permanece firme junto al Señor.

Posiblemente está allí porque no quería dejar sola a santa María, cuando ella decide ir a estar con Cristo en sus últimos momentos de vida.

De esta manera, gracias a la Virgen, Juan permanece fiel a Cristo en esos momentos de crueldad de los enemigos y de miedo de los amigos.

Y Jesús, desde la Cruz, le concede el mayor regalo que podía hacerle: le entrega por Madre a su madre.

“A partir de ese momento, el discípulo la recibió en su casa”.

¿Cómo trataría Juan, a partir de entonces a Santa María? ¿Cuántas cosas aprendería de ella?: a moderar su carácter, a vivir las virtudes, a crecer en amor a Dios y a los hombres, a sacrificarse por todos...

Consideraciones: Si permanecenos fieles, junto a Santa María, a la hora del sufrimiento entonces el Señor nos dará a su Madre por madre nuestra.

¿Podría yo, como San Juan, tener a la Virgen en mi casa, en mi vida, en mi corazón?

¿Cómo trataría yo a la Virgen si conviviera con ella?¿Qué le pediría? ¿Qué le preguntaría? ¿En qué virtudes tendría que imitarla mas?

¿Qué detalles diarios debería tener con ella?

¿Por qué no intento tratar a la Virgen como a una persona viva, que me oye y me quiere y no como alguien distante?

¿No tendría que poner más cariño en mis normas de piedad marianas: Santo Rosario, Ángelus, tres avemarías por la noche, etc.?

Quizá, acudiendo a San Juan él me puede enseñar quién es y cómo tratar a mi Madre, Santa María y trasmitirme todo lo que el aprendió de Ella.

Dialogo:
Madre mía, voy a procurar tratarte cada día con más cariño y, en concreto, a no dejar jamás de rezar el Ángelus y las tres Avemarías antes de acostarme.

También voy a procurar rezar con mas atención y cariño el Santo Rosario -al menos los sábados y durante el mes de mayo y el mes de octubre-.

Querría, Madre mía, que me trataras como a un niño pequeño al que hay que enseñar a rezar y a vestirse y a comer solo y a corregir los defectos y a descubrir el mundo y a evitar los peligros.

Madre mía, ¡tendría que aprender tantas cosas de Ti!: a ser hu¬mille, a vivir de fe, a cuidar la pureza y el pudor, a ser misericordioso con todos, a gastarme en servicio de los demás, a amar con locura la voluntad de Dios...

Madre mía, “ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Adviento

El Señor hablando con los fariseos les puso un ejemplo de la sabiduría popular, de esas cosas que sabe la gente de campo y que se transmite por la experiencia de muchas generaciones. Haciendo como del hombre del tiempo dijo: «Al atardecer decís que va a hacer buen tiempo porque el cielo tiene color de fuego; y por la mañana que hoy habrá tormenta porque el cielo está rojizo y sombrío» Y termina con una queja «¿Así que sabéis descubrir el aspecto del cielo y no podéis descubrir los signos de los tiempos?» .

Esa es la misma queja que podría hacer el Señor ahora, porque muchos se dan cuenta de las cosas materiales que necesitan pero, en cambio, de las espirituales no. Es evidente que la Navidad es una fiesta conocida, y, por desgracia, la gente se quede en la pura fiesta sin darse cuenta de lo signos de los tiempo, que Dios va a estar con nosotros.

La Iglesia quiere que no nos pille de sorpresa, por eso existe el Adviento, para que el nacimiento del Niño Dios no pase como si nada.

Volviendo a la imagen que puso el Señor, es fácil imaginarse un campo árido por la sequía y a todo el mundo mirando con urgencia al cielo para ver si llueve y poder salvar las cosechas.

Así estaba el mundo antes de la venida de Jesús: sediento, seco, esperando su Redención, por eso el pueblo de Israel repetía una y otra vez: –Ven Señor que brille tu rostro y nos salve.

Y de repente, en esa espera mirando al cielo surge a lo lejos una nube que da esperanzas de lluvia y viene la alegría.

Cielos, dirá el profeta, destilad el rocío; nubes, derramad al Justo; ábrase la tierra y brote la salvación.

Así esta la Iglesia ante el nacimiento de Belén: impaciente, necesitándolo, por eso toda la liturgia nos invita a lo mismo, a prepararnos con prisa: –El Señor llega, salid a su encuentro.

En el Adviento, la Iglesia –son palabras del Catecismo– actualiza esta espera del Mesías . Es un acontecimiento muy importante, tanto que la venida de Jesús al mundo está presente a lo largo de todo el Antiguo Testamento. Es algo tan inmenso que Dios quiso prepararlo durante siglos.

La Iglesia nos tira de la manga para que nos demos cuenta de algo maravilloso, que Dios va a estar con los hombres. La traducción latina Vulgata de la Sagrada Escritura designa como adventus la venida del Hijo de Dios al mundo.

El Adviento es una llamada a vigilar con oración y penitencia. Por eso la liturgia en estos días nos enseña a esperar como Juan Bautista y los profetas del Antiguo Testamento recordándonos sus palabras que nos facilitan preparar la venida del Mesías.

Estas cuatro semanas son como la nube que da esperanzas de lluvia. En la Misa de este primer domingo rezamos antes de comulgar: El Señor nos dará la lluvia y nuestra tierra dará su fruto.

Prepararnos para la Navidad, la primera venida del Señor, y a la vez dirigir nuestra mente hacia la segunda venida de Jesús, que tendrá lugar al final de los siglos. Se trata de una espera piadosa y alegre porque vamos a estar con nuestro Dios.


Esa alegría nos viene por la cercanía del Señor, por su protección. Una protección que nos la anuncia el mismo Dios a través de Isaías, con unas palabras que no dejan de tener su gracia y que muestran la grandeza de Dios y la pequeñez nuestra: «No temas, gusanito de Jacob, oruga de Israel, yo mismo te auxilio».

Vamos a decirle ahora: –A ti Señor levanto mi alma, Dios mío en ti confío . ¡Ven Señor no tardes!

Debemos aprovechar este tiempo para rezar bien y hacer penitencia. Así iba San Juan Bautista, gritando por toda la comarca del Jordán para que la gente se convirtiera para «Preparad los caminos del Señor» .

–«Mira que llego en seguida, dice el Señor».


Tenemos que darnos prisa, concienciarnos porque dentro de nada es Navidad. Estas semanas se pasan en una abrir y cerrar de ojos entre líos del colegio y concursos de villancicos. Vamos a hacer el propósito de rezar mejor y ofrecer al Señor cosas que nos cuesten.

Todos nos acordamos de esa imagen que el Señor les puso a los sacerdotes y ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar a la viña”. Él contestó: “No quiero”. Pero después recapacitó y fue».

Cuando, durante estos días, nos cueste más un sacrificio en el trabajo o en la relación con los demás, cuando vayamos con prisa para rezar… recapacitemos. Que no tengamos que oír el reproche de Jesús a los sacerdotes y ancianos «porque vino Juan a vosotros (…) y no recapacitasteis ni le creísteis».

Hay un Padre de la Iglesia, llamado San Tarasio que hablando de la Virgen dice: «¡Salve, tú, nube ligera, que derramas la lluvia celestial!».

Es curiosa la imagen. María vista como la nube que trajo la promesa de la salvación del mundo. En medio de este mundo, Ella es como un trozo de algodón blanco que refleja los colores del sol, una mezcla de rojo y dorado que se convierte en formas maravillosas.

Nuestra Madre se preparó muy bien para traernos el valioso Rocío de la Gracia que hace brotar la vida en la tierra por muy seca que esté. Vamos a mirarla para no perder de vista la Navidad siendo generosos en la oración y en las cosas que nos cuesten más.

–¡Ayúdanos tú, nube ligera, que derramas la lluvia celestial!

viernes, 30 de noviembre de 2007

PLÁTICA 2 ABRIL

La confesión de San Pedro en Cesarea (Mt 16, 13-19): amor a la Iglesia

Descripción del pasaje: El Señor quiere poner a prueba a sus discípulos para ver si le conocen de verdad. Simón, el más “lanzado” de todos, hace una confesión impresio¬nante sobre Cristo.

Jesús le hace ver que su acierto no se debe a su inteligencia sino a una gracia particular de Dios. Y, entonces, le cambia el nombre de Simón por el de Pedro, es decir, roca sobre la cual edificar su Iglesia.

El Señor no le da este encargo y las gracias especiales para cumplirlo por sus méritos: ha sido por un querer libre de Dios.

Simón quedaría abrumado con esa responsabilidad... o quizá no era todavía consciente de lo que se le venía encima.

Consideraciones: El Señor quiere necesitar de los hom¬bres para cumplir su misión salvadora: para eso instituye la Iglesia.

Los poderes que Jesús dio a Pedro (atar y desatar en la tierra) parecen desproporcionados para lo que puede llevar un hombre...: ¿no hay peligro de que “se lo crea” y comience a hacer disparates?

Para una misión tan difícil y delicada Dios le da unas gracias especiales, que le vienen, entre otras cosas, por la oración de todos los cristianos.

Y ese poder era de Pedro y también de sus sucesores. Por eso, cuando Papa enseña y gobierna no puede hacer lo que le dé la gana: sólo puede ser fiel al encargo que ha recibido.

No somos elementos aislados sino partes de un todo: por tanto somos responsables del bien de los demás, empezando por el Papa. Por eso hemos de rezar por él, para que cumpla bien su misión de pastor de toda la Iglesia.

También hemos de pedir por los obispos, sucesores de los demás apóstoles, por los sacerdotes y por todos cristianos.

Y, sobre todo, pedir por los pecadores, miembros enfermos del Cuerpo Místico de Cristo, para que reciban plenamente la vida de la gracia y no sean perjudiciales al bien común de toda la Iglesia.

Dialogo:
Gracias, Señor, por instituir la Iglesia, en cuyo seno he nacido a la vida de la gracia y que me enseña el camino del Cielo.

Gracias, Señor, por instituir el papado, pues así tendré siempre claro dónde está la verdad y cuál es el bien moral que debo practicar.

Te pido, Señor, por el papa actual, para que tenga luces y fuerzas abundantes para cumplir la tarea que le has encomendado.

Te pido, también por los obispos -especialmente por el Obispo de Granada- y por todos los sacerdotes del mundo entero, para que nos den siempre los sacramentos y prediquen con cla¬ridad la verdad del Evangelio.

Te pido, por todos los miembros de la Iglesia: para que cada uno cumpla con la misión que le quieras encomendar.

Perdóname, Señor, por mis anteriores faltas de responsabilidad y por mi falta de gratitud hacia la iglesia.

Perdóname también, por mi cobardía algunas veces al no haber defendido a la Iglesia y al Papa de los ataques que les pueden hacer mis amigos.

Madre de la Iglesia, Santa María, haz que reine siempre entre nosotros la concordia y la fidelidad a tu Hijo Jesucristo.

PLÁTICA 1 ABRIL

Mateo (Mt. 9, 9-13): entrega

Descripción del pasaje: Mateo era un judío vendido al poder de los romanos. Se dedicaba a cobrar impuestos a sus hermanos israelitas para pagarlos al pueblo invasor.

¿Cómo había llegado a esa situación?: era un hombre que buscaba su propio provecho, sin importarle nada los problemas de los demás.

Y como colaboraba con los romanos era una persona odiada por sus paisanos y considerado por ellos como un pecador público que había que evitar.

Mateo, aunque cumplía su tarea con eficacia, no estaría dema¬siado contento consigo mismo, pues la conciencia no le dejarla demasiado tranquilo. A pesar de tener una vida cómoda y desahogada, la encontrarla muy vacía.

Y es que Jesús tenia un plan especial para él: quería que fuera apóstol y evangelista. Dios iría preparando su alma para aquel encuentro inesperado (inesperado para Mateo, no para Jesús).

El Señor le invita a dejarlo todo y seguirle, sin decirle adónde, y Mateo no se lo piensa: corta con su vida de pecado, de lujos, de comodidad y se entrega totalmente al servicio de Dios.

Además enseguida llama a sus amigos, pecadores como él, para acercarles a Jesús. Y su vida se llena de alegría: una fiesta continua.

Consideraciones: Mateo sabe de negocios y, por tanto, no deja de aprovechar la oportunidad que Cristo le ofrece: “el ciento por uno y la vida eterna”.

Jesús ve el fondo de los corazones y conoce nuestras ilusiones más profundas.

Él tiene sus planes para con cada uno y espera el momento oportuno para mostrarlos. Respeta nuestra libertad pero no deja de llamarnos en el fondo de nuestra alma.

Cuántos hay que tienen una vida llena de comodidad, de lujo, de capricho, pero se encuentran muy vacíos por dentro.

Cuando no estamos “llenos” de Dios, toda nuestra vida es una “cáscara llena de podredumbre”.

Eso que sabemos nosotros, lo saben también los demás, aunque no lo reconozcan fácilmente.

Cristo no se fija en lo que hemos sido sino en lo que podemos llegar a ser.

Dialogo:
Gracias, Mateo por responder generosamente a la llamada de
Jesús. Ayúdame a mí, para que sepa ser generoso con Dios.

Señor, yo tengo -como Mateo- muchas cosas pero me encuentro vacío de los verdaderos bienes: ¡llename tu con tu gracia y con tu misericordia!

Tú sabes, mejor que yo lo que ha sido mi vida hasta ahora, ¿puedo aun hacer cosas “grandes” por ti?

El ambiente, Señor, tantas veces “tira” de mí: ¿podría yo, con tu gracia, “arrastrar” a mis amigos hacia Ti?

Mateo, supo aprovechar el “negocio” que le ofreció Jesús: ¿y yo? ¿sé responder que sí a lo que me sueles pedir, Señor?

Que yo sea siempre consciente, Señor, que no vale la vena “ganar el mundo entero” si pierdo mi alma.

PLÁTICA 2 MARZO

Aparición a María Magdalena (Jn, 20, 11-18): Alegría de la Resurrección

Descripción del pasaje: Esta María Magdalena es aquella de la que el Señor echo siete demonios pero no tiene nada que ver con la hermana de Lázaro ni mucho menos con la mujer pecadora, como algunos confunden.

Esta mujer, sin duda alguna quería con locura al Señor: le sigue y le atiende con sus bienes y le dedica lo mejor de sus esfuerzos.

Durante la muerte de Jesús, había estado junto a Santa María al pie de la Cruz.

Ahora permanece llorando delante del sepulcro, después de haber avisado a los discípulos de la ausencia del cuerpo del señor.

Es una discípula fiel y tenaz y, a la vez, es muy femenina: el estado de animo puede sobre la lógica racional y tiene reacciones muy apasionadas (se ofrece a recoger el Cuerpo de Jesús, le confunde con el hortelano...) y, además, llora inconsolablemente al ver que no está el Cuerpo del Maestro.

Por eso, el Señor la tiene que llamar por su nombre -¡que bonito es oír el propio nombre en boca de Jesucristo- y, entonces reconoce a Jesús.

¡Qué alegría tendría María Magdalena al contemplar a Cristo resu¬citado! Por eso se abraza a sus pies, como quien no quiere volver a perder a quien tanto ama.

Consideraciones: La existencia terrena de Cristo no termina con su muerte en la cruz, sino con la Ascensión gloriosa a los cielos.

El triunfo de Jesús sobre el pecado y sobre la muerte, es completo.

El cristiano tiene sobrados motivos para estar siempre. contento, pues su Redentor y Señor, su Amigo y Maestro, Cristo, ha resucitado y vive eternamente en el cielo, intercediendo por nosotros.

Y nosotros, con Él, también resucitaremos a una vida plena de amor verdadero y felicidad completa.

“¡Maestro!”: Jesús es el Maestro de la Magdalena, porque de Él ha aprendido el modo de tratar a Dios y de tratar a los hombres: de Él ha aprendido a vivir las virtudes y darle un sentido divino a su vida en la tierra; de Él ha aprendido lo que es la vida y la muerte, la salud y la enfermedad, la amistad y la familia, el trabajo y el descanso...

Sin Cristo, no sabemos dar explicación correcta a ninguna reali¬dad de la tierra y, mucho menos a la realidad de la vida eterna.

Por eso hay tanta gente triste en el e1mundo, porque no saben acu¬dir al Maestro Divino para que les explique el por qué de las cosas y el valor de la propia existencia.

Diálogo:
Haz, Señor que tus discípulos tengamos una fe firme en la verdad de la resurrección eterna.

Te pido, Jesús la gracia de que siempre nos planteemos la vida cara a la eternidad.

Que Tú seas siempre nuestro maestro y nosotros, con humildad y docilidad, sepamos escuchar tus lecciones y ponerlas por obra.

Señor, que yo me ocupe de hacerte feliz y me olvide de buscar mi felicidad “personal”: ¡ya te encargaras Tú de hacerme feliz...!

Haz, Señor, que siempre esté contento pero, sobre todo, por te¬nerte contento a Ti.

Que la alegría de tu resurrección gloriosa anime siempre mi vida, de modo que sea un testimonio eficaz ante los demás hombres.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

PLÁTICA 1 MARZO

Las mujeres de la Vía dolorosa (Lc 23. 27-31): Amor a la Cruz, corredentores con Cristo

Descripción del pasaje: Según la ley romana, estaba prohibido llorar por los condenados a muerte, así de crueles eran los romanos con los pueblos ocupados.

Estas mujeres, sin embargo no podían resistir sus lágrimas debido al gran dolor que les producía ver a Cristo -el ino¬cente por excelencia- sometido a la Pasión.

Siempre las mujeres, a la hora del dolor y de la lealtad, han sido más fieles que los hombres. Pero el Señor corrige y endereza esos llantos hacia el motivo fundamental: los pecados de los hombres.

“No lloréis por mí”, les dice Jesús, “llorad mas bien por vosotras mismas y por vuestros hijos”. Aquellas buenas mujeres sentirían un dolor agudo en el alma: ¿es que el Señor estaba profetizando que algo parecido a lo que Él sufría iba a sucederles a ellas y a sus hijos?

Y el Señor añade: “Porque si en el leño verde hacen esto, ¿qué será en el seco?” Si al inocente le tratan así, ¿cómo nos tratarán a nosotros, que somos culpables?

Consideraciones: Al contemplar los dolores de Cristo en la Pasión, no debemos olvidar que Él sufre lo que merecen nuestros pecados.

Tampoco podemos olvidar que, por grandes que sean nuestros sufrimientos, nunca serán como los que sufrió El Señor.

Además, nuestros dolores y cruces son -en algún sentido- merecidos por nuestras ofensas.

Por último, tampoco debemos olvidar que nuestros sufrimientos los podemos unir a los sufrimientos del Señor y colaborar así con Él en la salvación de todos los hombres.

Diálogo: Dame, Señor un corazón sensible que me haga sufrir por tus dolores en la Pasión. Que tenga también misericordia ante el sufrimiento físico y moral de todos y de cualquier hombre.

Cuando me venga la hora de sufrir, Señor, que no me rebele y desespere, sino que acepte los dolores como purificación por mis pecados, pensando que es muy poco ante lo que merezco.

Gracias, Señor, porque, con tu Pasión, has conseguido que nuestro dolor sirva para ayudarte a salvarnos de nuestros pecados.

Madre mía, Santa María, a la hora de la Cruz, sostenme con tu fortaleza y hazme fiel a tu Hijo.

Adviento

El Reino de los Cielos está dentro de vosotros, dijo un día el Señor. Eso quiere decir que un alma en gracia tiene dentro de sí un mundo muy rico, porque tiene a Dios, Uno y Trino, Creador del mundo, del universo, al Señor de la historia… ¡que no es poco!

Dios dentro de nosotros, con nosotros. Es un misterio y a la vez una realidad. Por eso, lo trágico de la existencia humana es que haya personas que pudiendo vivir con Dios y tratarlo como un amigo, elijan ignorarle y pasar la vida sin disfrutar de la máxima riqueza que se puede tener.

El Señor quiere estar con nosotros, nos lo dice la Escritura: envió a su Hijo nacido de una mujer . Si te paras a pensarlo es algo muy fuerte: Dios con nosotros, entre nosotros.

–Señor, que nos demos cuenta de esto, de que estás aquí, con nosotros.

Empezamos el Adviento. Es un tiempo de espera, de expectación ante la venida del Niño Dios en la Navidad. Son unas semanas en las que la Iglesia nos invita a repetir una y otra vez para prepararnos bien esta frase: ¡Ven Señor, no tardes!

Sin embargo, mucha gente durante estas fiestas no espera la venida de Jesús, sino que lo que esperan son regalos y diversión. En Navidad, muchos se visten de fiesta sin saber lo que van a celebrar porque han quitado a Dios de en medio. Esos días se convierten en una especie de boda sin novios porque falta Jesús que es el importante.

La Iglesia quiere, como buen madre, que a nosotros no nos ocurra lo mismo, que esos días no se conviertan en la fiesta del mazapán o de la nieve y todo se reduzca a preparar la Nochevieja: a qué fiesta iré, qué ropa me pondré, cómo me pintaré este año, con quién iré…). Y, después, en enero, recuperarse y volver al colegio para contar historias que solo han existido en nuestra imaginación.

Te leo unas palabras de San Pablo que me parecen muy apropiadas: Daos cuenta del momento en que vivís, ya es hora de despertaros del sueño porque ahora nuestra salvación está cerca .

Vamos a pedirle al Señor que nos demos cuenta que nos ayude: –haz que nos preparemos bien para tu venida.

¿Por qué la gente se olvida de que Dios nace en un portal? Quizá piensan que es absurdo esperar con sorpresa algo que ocurrió hace dos mil años. Y podemos creer que en parte tienen razón, que es verdad. Quizá sucede eso porque no se paran a meditar en lo que significa realmente el nacimiento de Jesús, por eso no viven el Adviento y no se preparan para un misterio tan grande.

–¡Señor que nos preparemos bien en estas semanas previas a la Navidad!

Eso es lo que quiere la Iglesia, quiere que nos vayamos acercando poco a poco al Portal para descubrir sorprendido que el Reino de los Cielos está entre nosotros, que Dios está con nosotros. Quiere que vayamos con los pastores hacia una luz que sale de un establo cercano a Belén.

–Señor ayúdanos a vivir bien el Adviento, ilumínanos.

Estar en tensión ante algo increíble que va a suceder, eso es el Adviento. Por eso contamos los días que faltan para el día el 24 por la noche. Se trata de llegar preparados y ponernos de rodillas para saludar el milagro del nacimiento de Dios en la tierra.

Cada año, el Belén nos llama con su silencio. Es una noche mágica donde nos sorprendemos al descubrir la mirada de María a Jesús Niño, es algo que no nos puede dejar indiferente. Es una noche donde, si lo piensas bien, esa criatura que mueve los brazos y las piernas sin mucho orden, que está con los ojos cerrados, es Dios y volvería a nacer una y mil veces por amor a los hombres.

Si esto se supiera, mucha gente estaría también repitiendo como nosotros: –¡Ven Señor no tardes! Caerían en la cuenta de la maravilla que es tener a Dios en sus vidas, y por eso estarían expectantes.

–El Señor está cerca; Ven Señor no tardes, ese es el gran grito del Adviento.

Y ¿cómo nos podemos preparar? ¿Qué hicieron la Virgen, San José, los pastores, los Magos?

Hicieron cosas que en principio no les apetecía, que les costaba. San José y María tuvieron que hacer un viaje de cuatro días en burro, incómodo, cansado, comiendo por el camino y durmiendo encima de una esterilla… Luego llegaron a Belén, les cerraron las puertas de la posada y, después, dar a luz en una cuadra, un sitio donde viven animales…

Los pastores estaban descansando después de una jornada de trabajo, cuando se les apareció un ángel para decirles que algo había ocurrido, algo tan especial como el nacimiento de Jesús. En seguida se levantaron a pesar del sueño y del frío y fueron a ver al Niño.

¿Y los Reyes Magos? Recorrieron un camino lleno de sacrificio, de imprevistos, de incertidumbres, pasaron sueño y sed… Pero, al final, gracias a todo eso llegaron y pudieron ver al Niño Jesús, a su Madre y a San José.

Todos recorrieron su camino, se prepararon con sacrificios.

¿Qué haremos nosotros? Muy fácil, piensa en algunas cosas que te cuesten para ofrecérselos a Dios y preparar así la Nochebuena. ¿Sabes lo que más le gusta al Señor? Que vayas a Misa cuantos más días mejor, eso cuesta porque a lo mejor no tenemos mucho tiempo o ninguna gana…

El otro sacrificio que agrada mucho a Dios es que respetes tu horario de estudio, que te empeñes, que te canses estudiando.

Esa es la manera en la que podemos vivir bien este Adviento: Misa y estudio.

Si lo hacemos por el Señor, entonces te asomarás al establo y descubrirás el tesoro que nos ha caído del cielo: a Dios con nosotros. Un tesoro que te hará rica por dentro y vivirás la Navidad como Dios manda.

Vamos a pedirles ayuda a María y a José: –ayudadnos a vivir este Adviento, a esperar con obras la venida de Jesús.









Ignacio Fornés y Estanislao Mazzuchelli

La Inmaculada

Cuando Dios hizo el mundo de la nada debió ser algo impresionante, sobre todo cuando creó al hombre a su imagen y semejanza. Es fácil quedarse boquiabierto pensando en los seis días de la creación.

Le contaba un sacerdote a unas niñas pequeñas esto de que el Señor hizo todo de la nada y una de ella, casi gritando, dijo: ¿de la nada? ¡Uy, que divertido!

Efectivamente debió ser como una de esas fiestas donde todo son fuegos artificiales, música, color… y aparecieron montañas, mares, árboles, pájaros, hormigas, piedras, palmeras, el sol, los planetas, el universo entero… Efectivamente debió ser muy divertido.

De hecho si te fijas, cuando se lee en el libro del Génesis que Dios vio que era muy bueno cuanto había hecho , se esconde una especie de gozo, de alegría interior contenida por el Creador. Dios dijo viendo el mundo lo mismo que diría un niño: ¡qué guay!

Pues si la creación es tan espectacular ¿te imaginas como será María, la Madre de Dios? Es lo mejor que le ha salido. Es como dice un autor la Virgen es la sonrisa del Altísimo. Viéndola el Señor disfruta infinitamente más que viendo todo el universo. Como decía Juan Pablo II, María es el mejor Opus Dei, la mejor obra de Dios.

Cuando uno ve fuegos artificiales, al principio le parece que están bien, hay color, luz… pero los momentos finales son los mejores, son los que todo el mundo espera por su espectacularidad. Se hace así para que la gente se lleve un buen recuerdo.

María es lo mejor de la creación, es una explosión de belleza, de color, de amabilidad, delicadeza, cariño… Lo más espectacular del Universo.

Cantad al Señor un cántico nuevo porque ha hecho maravillas , diremos en el salmo responsorial muchas veces porque no podemos decir otra cosa viendo la pureza de la Virgen.

No tuvo pecado, ni imperfecciones, no tuvo inclinación alguna desordenada, ni pasiones descontroladas, ni un mal pensamiento, ni una ligera crítica… Es la Inmaculada, sin mancha de ningún tipo, todo en Ella es de Dios.

Le repetimos ahora en nuestra oración aquellas palabras del Cantar de los Cantares: Eres toda hermosura (…), no hay en ti mancha. Y por eso rezaremos en el prefacio de la Misa: Purísima la que, entre todos los hombres, es abogada de la gracia y ejemplo de santidad.

Por eso celebramos tanto el día de su Inmaculada concepción. Y por eso, también, la Misa empieza con unas palabras de Isaías que se aplican a nuestra Madre y que son como una explosión de alegría: Desbordo de gozo, mi alma se alegra con mi Dios porque me ha vestido de triunfo (…) porque me ha enjoyado como una novia.

Hoy es la fiesta de toda la creación, celebramos a la joya del universo. Ya lo decía un Padre de la Iglesia en los primeros siglos: Exulte hoy toda la creación y se estremece de gozo la naturaleza .

Es lógico que Dios la hiciera así, porque iba a ser el lugar donde iba a vivir: Dichosa eres, Virgen María, morada consagrada del Altísimo. Cuando uno ve por dentro un sagrario se da cuenta de que se intenta cuidar mucho para que sea algo digno, siempre es poco lo que se haga por el Señor, pero intentamos darle lo mejor.

Pero Dios sí se preparó muy bien su morada, lo hizo como quien se hace una casa a la medida: este suelo lo revestiremos con baldosas de mármol, aquí pondremos un mueble–cama, la habitación aquella irá empapelada con este color… Dios se preparó su morada, por eso la Virgen es tan increíble.

En las letanías que rezamos en el rosario le decimos a María: Casa de Oro. En el Antiguo Testamento la casa de Dios, el Tabernáculo se cubría de oro. El magnífico Templo de Salomón se construyó con unos materiales muy concretos, los que dijeron los profetas: las paredes de madera de cedro revestida de oro, y el suelo con planchas de ciprés.

Ella es la auténtica Casa de Oro, el verdadero Templo de Dios, revestida toda de hermosura. Juan Pablo II la llamó así en su encíclica Redemtoris Mater: Templo y Sagrario.

Ella no solo es la morada de Dios sino que también es nuestro Refugio y fortaleza. La palabra refugio viene del latín fugere, que significa huir. Uno huye del frío, de la oscuridad de la noche…

Es fácil tratarla. Es fácil hablar de Ella a cualquier tipo de personas. Es como venderle algo muy bueno a alguien, y es algo tanta calidad que no hace falta esforzarse mucho porque el producto habla por sí mismo.

En estas semanas pasadas he podido hablar con gente muy distinta, gente que reza y gente que está alejada de Dios. A todos les hablé de María, de lo buena que es, de lo que nos cuida. En definitiva de lo maravillosa que es la Madre de Dios y que además es nuestra Madre.

Es nuestro refugio, sobre todo durante este año mariano que apenas ha comenzado. Vamos a meternos más en María. Vamos a pedirle que nos enseñe a cuidar de Dios, a ser también nosotros morada del Altísimo, que nos ayude a rezar.


Ignacio Fornés

martes, 27 de noviembre de 2007

PLÁTICA 3 FEBRERO

El Hijo pródigo (Lc. 15, 11 y ss.): El hijo mayor permanece “fiel” a su padre.

Descripción del pasaje: El hijo mayor estaba en el campo (Lc 15,25)
Era un hijo obediente, que cumplía con todo lo que su padre le mandaba: permanece fiel a su padre, cuando le abandonó el hijo pequeño.

Pero su corazón no está plenamente en su Padre ni en las cosas de su padre sino que echa en falta divertirse con los amigos.
Y, cuando vuelve su hermano pequeño, en vez de alegrarse, le juzga con dureza y se niega a participar en la fiesta.

Sin embargo, su padre en vez de enfadarse con él u obligarle a entrar le intenta corregir para convencerle de que debe tener el corazón más grande.

Consideraciones: El hijo mayor, representa al hombre tibio, que cumple los mandamientos de Dios, que frecuenta los sacramentos que se sacrifica por los demás, que trabaja en serio, que evita los pecados mortales.

Pero su corazón no está en Dios sino en sus propias cosas: incluso en cómo cumple los mandamientos. Le falta entregar el corazón al Señor y le sobra pensar en sí mismo, en su comodidad, en sus caprichos, en sus planes personales... No le importa caer en pecados veniales.

A la tibieza se llega cuando se descuidan muchos detalles pequeños. Y se manifiesta en juzgar duramente a los demás y en enfadarse con las personas misericordiosas.

Pero, incluso, ante esta actitud o estado del alma, Dios nos perdona y nos intenta ayudar para que salgamos de esta situación. Por eso, si se ha caído en la tibieza, para salir, el mejor medio es frecuentar los sacramentos.

Porque así tendremos el corazón cerca de Dios.

Dialogo: No quiero, Señor caer en la tibieza.


No quiero conformarme con lo que hago y con lo que te quiero: por amor a Ti, te voy a dar siempre más; todo lo que me pidas, aunque me cueste.


Ayúdame a tener horror al pecado venial y a evitarlo con todas mis fuerzas. Dame un corazón grande para comprender a los demás y no juzgarlos nunca.

PLÁTICA 2 FEBRERO

El Hijo pródigo (Lc. 15, 11 y ss.): La rebelión del pecado

Descripción del pasaje: Un hombre tenía dos hijos y, el más pequeño le pide la parte de herencia que le corresponde. Como si su padre ya hubiera muerto para él.

Se rebela contra su padre... y su padre lo permite: le respeta su libertad.

Quiere ser feliz a su manera y no acepta o no se fía del plan que le ofrece su padre.

Se va con su parte de herencia y vive, primero “feliz”: parecía que había conseguido lo que pretendía. No le faltaba de nada ni echaba de menos a su padre.

Pero llega la hora de enfrentarse a lo que ha hecho y se encuentra muerto de hambre y guardando cerdos... amargado.

Esa situación le hace reaccionar. Al principio lo hace por hambre, por pura necesidad.
Pero lo importante es que recapacita. Y quizá después es capaz de pensar en la alegría que le daría a su padre al volver.

Y, cuando aún estaba lejos, su padre salió a su encuentro. Y lo abraza y lo llena de besos... y le pone un vestido nuevo y un anillo en el dedo y le organiza una fiesta.

Consideraciones: La historia del hijo pródigo es la historia de cada uno de nuestros pecados. Son una rebelión contra Dios, un querer vivir como si no existiera.

Al principio, quizá, nos puede parecer que si vive bien sin Dios, y no lo echamos de menos.

Pero llega un momento, antes o después en que nos encontramos igual de desgraciados que el hijo pródigo: cuidando cerdos.

Es el momento de, como él, recapacitar y volver a la casa de nuestro padre, con la confesión.

Dios nos está esperando como el padre de la parábola: deseando abrazarnos, ponernos un vestido nuevo, un anillo en el dedo y hacer una fiesta.

Dialogo: Perdona, Señor, por todo el desprecio que supone cada uno de mis pecados. No quiero volver a ofenderte.

Gracias, Señor, por la lección que nos ha dado el centurión.

Cuando me acerque a recibirte en la comunión, Señor, trataré de decirte con más humildad estas palabras tomadas de las que dijo el Centurión: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”.

Señor, ¿te pido yo siempre por todas las necesidades materiales y espirituales de los que me rodean y por las de todos los hombres?: ¡agranda, Señor, mi corazón!

Que nunca, Señor, pase indiferente ante ningún sufrimiento humano.

Enséñame, Madre mía , a pedir al Señor las cosas que necesito con fe y humildad.

PLÁTICA 1 FEBRERO

El buen ladrón (Lc. 23, 33-34; 39-43): el arrepentimiento y la Misericordia

Descripción del pasaje: En este pasaje del evangelio nos fijamos, sobre todo, en el “buen ladrón”, que se llamaba Dimas.

Este hombre había cometido muchos despropósitos en su vida, pero no lo oculta ni lo justifica.

Reconoce lo que ha hecho mal cuando dice: “nosotros, en verdad, estamos aquí merecidamente, pues recibimos lo debido por lo que hemos hecho...”.

Para eso, hace falta ser muy sinceros y humildes.

Antes era un ladrón, asesino y, posiblemente, muchas otras cosas (borracho, blasfemo, impuro, calumniador, etc.).

¿A qué es debido ese cambio? Sin duda, a la gracia de Dios que le hace comprender el misterio de Jesús... y al hecho de ser su compañero de suplicio.

Dimas había acompañado a Jesús llevando su cruz por el camino hacia el Calvario. Había visto y oído lo que decía la gente y lo que decía y hacía Jesús (burlas de unos, lamentos de otros, misericordia con todos por parte de Cristo).

En momento dado, olvidándose de su propia tortura, se interesa por este Hombre singular que tiene a su lado y descubre una grandeza de corazón que le sorprende.

Sobre todo, cuando llega al pie de la cruz y oye a Jesús rezar por sus verdugos: “Padre, perdonales, porque no saben lo que hacen”.

Aquel hombre de corazón duro, nota que nace en él la esperanza en el perdón “¿acaso también mis pecados tendrán perdón?”.

Apenas se atreve a pedir perdón y lo expresa tímidamente: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”.

No podía pedir más porque se sentía indigno de hacerlo.

Pero a Jesús le basta y le regala mucho más de lo que pide: “en verdad te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso”.

¿Te imaginas la alegría de aquel hombre? ¿Puedes entender su agradecimiento al Señor?

A partir de entonces, su sufrimiento adquiere un valor nuevo: compartirlo con el rey de cielos y tierra y ser el “pago” por sus delitos: un pago muy pequeño para un premio de valor infinito.

Aquel hombre moriría sonriendo, a pesar del dolor, y ahora lo tenemos entre los santos del cielo.

Consideraciones: El Señor, como a Dimas, también nos da esas “pistas” para descubrir el mundo sobrenatural: no cerremos los ojos (un modo de cerrar los ojos, es estar continuamente mirándonos a nosotros mismos, en vez de mirar a Cristo y a los demás por Él).

Por grandes que hayan sido tus pecados, nunca desconfíes de la misericordia de Dios, que perdona siempre y anima interiormente, con su gracia, al arrepentimiento.

No rechacemos nunca la gracia del perdón de Dios.

Si este hombre se hubiera encontrado con Cristo antes, habría abandonado su vida de pecado, pero Jesús tenia previsto el momento adecuado.

No le pidamos al señor “otra oportunidad”, cuando -hasta ahora- estamos desperdiciando tantas.

Diálogo: San Dimas, intercede por mi ahora y en la hora de mi muerte.

Señor, que yo sepa aprovechar, como el Buen Ladrón, las oportu­nidades que tu me das para arrepentirme y cambiar.

Perdón, Señor, por todas mis ofensas. Especialmente, te pido perdón por aquellas cosas de las que nun­ca me he arrepentido por justificarlas o por falta de sensibilidad.

Te pido que me aumentes la virtud de la esperanza, para no desconfiar nunca de tu misericordia.

Te pido, Señor, que me aumentes el dolor por mis pecados y me otorgues un firme propósito de enmendarme y de reparar mis culpas.

Gracias, Señor, por tu bondad y, después de amarte y servirte en esta vida, llévame contigo al reino de los cielos.

PLÁTICA 2 ENERO

El Centurión (Mt. 2, 5-13): humildad y fe en la oración

Descripción del pasaje
: Era un “capitán” del ejercito romano, jefe de una “centuria” (cien soldados): un militar al servicio del César.

Era un pagano: no tenía fe en Dios. E1 trato con los judíos le haría pensar en la posibilidad de la existencia de Dios.

Era un hombre bueno: quiere a la gente y sufre por ella. De hecho se preocupa porque tiene un siervo enfermo y busca la manera de curarlo.

Oye hablar de Jesús y de los milagros que ha hecho. Por un lado se siente indigno de que Jesús le atienda, por ser romano. Por otro lado no quiere dejar sin ayuda a su siervo a quien tanto quiere.

Acude al Señor con fe en que puede curar a su criado y con la humildad de quien se considera sin méritos para merecer tan gran favor.

Consideraciones: Todos tenemos necesidad de la ayuda del cielo, aunque tantas veces lo olvidemos.

Si tenemos corazón grande, también nos ocuparemos de las necesidades espirituales y materiales de los demás.

Al Señor le gusta que acudamos a Él en petición de ayuda, sobre todo cundo es para el bien de otros.

Hemos de tener gran fe en el poder de la oración. Aunque Dios es nuestro Padre, no podemos olvidar nuestra indignidad, sobre todo por nuestros pecados.

No tenemos derecho a “exigir” nada a Dios: sólo a pedir su ayuda. Para ser escuchados por Dios tenemos que rezar con fe y humildad.

Dialogo: Gracias, Señor, por la lección que nos ha dado el centurión.


Cuando me acerque a recibirte en la comunión, Señor, trataré de decirte con más humildad estas palabras tomadas de las que dijo el Centurión: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”.


Señor, ¿te pido yo siempre por todas las necesidades materiales y espirituales de los que me rodean y por las de todos los hombres?: ¡agranda, Señor, mi corazón!


Que nunca, Señor, pase indiferente ante ningún sufrimiento humano. Enséñame, Madre mía , a pedir al Señor las cosas que necesito con fe y humildad.

domingo, 25 de noviembre de 2007

28 de noviembre de 2007

Nos dice San Pablo que debemos dar gracias a Dios en todo momento porque esa es la voluntad de Dios (1). Pero, si además, tenemos un buen motivo para hacerlo, como hoy nosotros, entonces más todavía.

En el veinticinco aniversario de la erección del Opus Dei en Prelatura Personal, vamos a darle gracias al Señor de la mejor manera posible. Eso significa precisamente Eucaristía: acción de gracias.

Y lo primero que rezaremos será diciendo algo tan expresivo como esto: Cantad y tocad con toda el alma para el Señor.

Cuando alguna vezhemos tenido que expresar una alegría, un sentimiento bueno,
lo primero que nos sale es cantar..., es un modo de expresión propia de los hombres...

Y esas palabras, cantad y tocad con toda el alma para el Señor, suenan como un grito de alegría y de agradecimiento.
-Señor, te lo queremos agradecer con todo corazón: darte gracias una y mil veces.
Esa debe ser nuestra actitud durante todo el día de hoy, Así se lo decimos al Señor en la Misa: en verdad es justo y necesario darte gracias, por este veinticinco aniversario del Opus Dei como prelatura personal, algo que ha costado tantos sacrificios y muchas oraciones que han subido al cielo durante años.
En una ocasión, nuestro Padre, hablando de este camino dijo a los miembros de la Obra:“la configuración jurídica la habéis abierto vosotros con vuestras oraciones y con vuestra vida; y la ha confirmado el Concilio”.

En realidad fue san Josemaría quien con perseverancia abrió el camino jurídico, bien apoyado en las oraciones y sacrificios de sus hijas e hijos...

En la primera lectura de hoy leeremos: Bendito sea el Señor que ha concedido la paz a su pueblo de Israel, tal como lo había prometido (2). Es la oración de acción de gracias que pronunció Salomón levantando las manos, después de haber orado ante el altar de Dios.

Todas las promesas que recibió Moisés se cumplieron después de un camino difícil, perseguidos por los egipcios, pasando hambre y muchas penalidades en aquellos cuarenta días de peregrinaje por el desierto… Pero como Dios es fiel, todo se cumplió y llegaron a la prometida tierra de Canaan.

Muchos años se ha esperado hasta que ver la realidad de la solución jurídica definitiva. El Opus Dei ha peregrinado durante años recibiendo aprobaciones que no expresaban exactamente el espíritu que Dios quería para su Obra.

Y después de años donde muchos ofrecieron sus vidas por esta intención, vino la esperada erección del Opus Dei como prelatura personal. Los que vivieron aquellos años dicen que no habían rezado tanto en su vida. Por eso Dios nos escuchó, porque Dios es fiel y siempre escucha.

Si queréis pedir algo…

Y como Moisés en la historia del Antiguo Testamento, San Josemaría no vio cumplida la promesa del Señor, la disfrutó desde el cielo con tantas y tantos hijos suyos.

Y hoy nosotros, muy unidos con ellos por la Comunión de los Santos, lo celebramos por todo lo alto (nunca mejor dicho).

-Señor te damos gracias de todo corazón.

Un agradecimiento que es fácil que se convierta en el propósito de ser muy fieles. Al final de la primera lectura de la Misa, Salomón, dirigiéndose a su pueblo dice: vuestro corazón sea todo para el Señor, Dios nuestro, caminando según sus preceptos y guardando sus mandamientos, como hoy lo hacéis (3).

-Señor haznos fieles…

En agosto de 1982 el Papa Juan Pablo II comunicó su intención de erigir el Opus Dei en prelatura personal. Sólo faltaba determinar la fecha en que se haría oficialmente.

Aquel verano don Álvaro –el primer sucesor de San Josemaría- se quedó a pasar el verano en Roma por si salía la fecha definitiva de algo ya anunciado. Fueron semanas de intensa espera y oración. La víspera del 22 de agosto, fiesta de la Virgen, don Álvaro dijo:

-Mañana, 22 de agosto, es la fiesta de Santa María Reina y las grandes misericordias del Señor con el Opus Dei han coincidido siempre con fiestas de la Virgen.

Sí, ¡mañana es el día!

Sin embargo, ese día no ocurrió nada. Pero don Álvaro no se vino a bajo. Siguió rezando.

Por fin, el día 23 a primera hora de la mañana, desde el Vaticano dijeron que, como se suele hacer en estos casos, la oficina de prensa de la Santa Sede anunciaría las novedades del día. Y la de esa jornada era la tan esperada prelatura personal.

“El Santo Padre ha decidido la erección del Opus Dei como prelatura personal. No obstante, la publicación del documento se retrasa por motivos técnicos”.

Dios nunca falla, siempre es fiel. Todo el camino jurídico de la Obra estuvo rodeada de dificultades, pero San Josemaría y todos no se cansaron de rezar, acudieron con fe al Señor y Dios escuchó…

-Señor que nos fiemos de ti, en nuestra propia vida interior y en la labor apostólica, sin cansarnos.

La fiesta de hoy es el resultado de la fe de San Josemaría y de tantos y de tantas.

El 23 de agosto, día de la gran noticia coincidió con el aniversario de una locución divina que tuvo San Josemaría en 1971 cuando, después de celebrar Misa, el Señor le grabó en su almas estas palabras: Adeamus cum fiducia ad thronum gloriae ut misericordiam consequamur! (¡Vayamos con fe al trono de la gloria para conseguir misericordia!).

San Josemaría explicaba que el Trono de la Gloria se refería a la Virgen Santísima, de modo semejante a como se hacía a Ella con la invocación Sedes Sapientiae, Asiento de la Sabiduría.

Por eso se entiende que el Prelado haya querido que comience en la Prelatura un Año Mariano porque –como gustaba repetir a San Josemaría- nuestro Opus Dei nació y se ha desarrollado bajo el manto de nuestra Señora.

Un año para recorrerlo con la Virgen. San Josemaría tenía una fe gorda porque fue siempre de la mano de María.

Eso es lo que queremos hacer este año con la ayuda de nuestra Madre: ser muy fieles, dar un salto de calidad en nuestro trato con Dios y en el apostolado, sin cansarnos, sin perder la fe, sin dejarnos llevar por lo mal que está el ambiente o por los aparentes fracasos, con la seguridad de que cuando se trabaja para extender una empresa apostólica, el “no” nunca es una respuesta definitiva: ¡Insistir! (4).

Vamos a terminar la meditación y a empezar este año mariano, dándole gracias a Dios repitiendo las palabras de la Virgen del Magníficat: Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se regocija en Dios mi salvador (5).

Ricardo Santiago e Ignacio Fornés

[1] Cfr. 1 Ts 5, 18.
[2] 1 Re 8, 55.
[3] 1 Re 8, 61.
[4] Surco, n.107.
[5] Lc 1, 46-47.


miércoles, 14 de noviembre de 2007

Presentación de la Virgen

De la infancia de la Virgen no sabemos casi nada. Los Evangelios nos hablan de María cuando se le aparece el Arcángel San Gabriel para preguntarle si quería ser la Madre de Dios. Su vida fue completamente normal y corriente, como la tuya.

A la vez, Dios estaba muy pendiente de Ella, la Trinidad la miraba y cuidaba a cada minuto, la quería con un amor único e irrepetible…La Virgen hacía su vida corriente en un pueblo pequeño, en una cortija de una región de Israel.


Era una Niña muy piadosa, muy unida a Dios, no tenía pecado original. En silencio, sin llamar la atención, vivía siempre cerca del Señor.


Llegó el día de la Encarnación. Dios envió a su Arcángel para preguntarle si estaba dispuesta a ser su Madre y poder así bajar a la tierra… No le pidió permiso al rey de Israel, ni a los sacerdotes, ni a los doctores, ni a ningún poderoso de este mundo, pero sí se lo pidió a una Niña… una Niña que era la bendita entre todas las niñas…


¿Te acuerdas de lo que ocurrió cuando Jesús se preparó para entrar en Jerusalén? Les dijo a sus discípulos que fueran a una aldea cercana: id a la aldea de enfrente, y encontraréis enseguida un borrico, desatadlo y traédmelo.


Como iban a por un animal que no era suyo, Jesús les previene: si alguno os dice algo, contestadle que el Señor lo necesita...


El Señor necesitó –si podemos hablar así– de María para venir al mundo ¿Hay mayor argumento que ese? Señor si tú me necesitas ¿cómo voy a decirte que no?


La fiesta que celebramos esta semana es la Presentación de la Virgen. Desde que tuvo uso de razón sabía que pertenecía a Dios en cuerpo y alma. La Iglesia celebra la entrega que hizo de sí misma cuando todavía era Niña.


Desde muy joven le dijo al Señor: ¡aquí estoy para lo que quieras! Y el Señor le tomó la palabra, le fue pidiendo cosas y Ella siempre se las daba.


En la catedral de Granada hay unos cuadros de un famoso pintor que representan diversos momentos de la vida de la Virgen.


Primero está el de su nacimiento y después el de La Presentación de María en el Templo. Aparece María con siete u ocho años subiendo unas escaleras dentro del Templo de Jerusalén bajo la atenta mirada de sus padres, San Joaquín y Santa Ana. En lo alto de la escalera le espera un Sumo sacerdote que representa a Dios. Fue como el acto oficial de lo que ya sabía: que pertenecía totalmente al Señor.


–Señor haznos generosos ahora, cuando todavía somos jóvenes…


Dios no buscó en María su belleza, que fuera muy guapa o que tuviera dinero. Tampoco su inteligencia, ni poder, ni riquezas. Todo eso no le hacía falta porque Él es Todopoderoso. Buscó en María lo que sólo Ella podía darle, su voluntad, que le dejara entrar en su vida.

–Señor, Tú no necesitas de mis éxitos. Quieres nuestro corazón, como quisiste el de la Virgen.


María sabía que siempre había sido de Dios. Lo tenía tan claro que defendió su postura incluso ante una criatura celestial como es un Arcángel, por eso le preguntó: ¿Cómo se hará esto pues no conozco varón?


Ella pensaba que su entrega a Dios iba a ser de otra forma. Pensaba que no iba a ser madre y Dios le cambió los planes.


Le entregó al Señor lo que a una mujer judía más le costaba, lo que más apreciaba y deseaba: su maternidad. Y Dios no dejó de premiarle, le devolvió lo que había entregado multiplicado por millones: la hizo Madre de todos los hombres.


El Señor cuando pide algo es para darnos mucho más. Y cuanto más pide, más nos das. Por eso, María es la mujer a quien más personas han llamado Madre en todo el mundo, y la criatura a la que Dios ha querido más.


–Señor, que me fie de ti porque tus caminos son los mejores.


Un artista suizo (Holman Hunt) pintó un cuadro que representaba a Jesús en un jardín al oscurecer.
Con la mano derecha, Jesús está llamando a una puerta pesada y oscura. Cuando el pintor mostró el cuadro por primera vez en una exposición, un visitante echó en falta un detalle.


–En el cuadro hay un fallo –dijo–, la puerta no tiene manilla para abrirla.


–No es un error –respondió el pintor–, en este cuadro he querido representar la puerta del corazón humano. Y este se abre sólo desde dentro.


Nuestro corazón es así. Si no lo abrimos desde dentro, el Señor no puede entrar, y no entra. Se marcha a otra puerta.


–Señor, que no te hagamos esperar cuando nos llames.


He aquí, dice la Escritura, que estoy a la puerta y llamo, si alguno me abre entraré y cenaré con él, y él conmigo.


Jesús nos ofrece contínuamente su amistad, pero nosotros tenemos que responderle. En el Evangelio se ve a los que abrieron la puerta, como aquel niño que se desprendió de sus panes y de sus peces, o la viuda que echó todo lo que tenía en la hucha del templo, la mujer del frasco de perfume, Nicodemo, José de Arimatea, los Magos, los pastores…


Pero también encontramos a otros que no la abrieron como el joven rico o los de la posada de Belén que no le dejaron pasar…


Cuentan que un día estaba una niña en una iglesia, de pie, delante de una imagen de la Virgen con el Niño Jesús en los brazos.


Allí solía acudir diariamente para pedirle que le ayudará a descubrir lo que el Señor esperaba de ella.


Solía pedir así: Madre mía, casadita o monjita. Y así pedía un día y otro.
Hasta que, por fin, un día, el Niño le contestó: Monjita, monjita. Y la niña le dijo: Calla Niño, que estoy hablando con tu Madre.


He aquí que estoy a la puerta y llamo…


–¡Señor que no endurezcamos nuestro corazón, que estemos atentos a tu voz!


¡Qué grande se hace un corazón, una vida, cuando Jesús entra! Vale la pena abrirle las puertas… Nos lo dijo Juan Pablo II cuando nos repetía casi gritando: abrid las puertas a Cristo, no tengáis miedo.


–Señor, quiero tener un corazón grande aunque mi cuerpo sea pequeño. Ayúdame a dártelo entero, joven, vibrante... Ayúdame a quererte como mereces.


Eso hizo María desde Niña. Se lo dio entero porque sabía que Dios no quiere corazones compartidos.

Se hicieron realidad en su vida aquellas palabras de la Escritura: Amarás a Yahvé, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas . Se dejó atrapar por Dios.


Nos podemos imaginar la alegría de la Virgen al volver del Templo ese día. Había expresado delante de todos lo que ya sabía desde siempre, que pertenecía a Dios en el alma y en el cuerpo.


–Madre nuestra, ayúdanos a descubrir la voluntad de Dios para nosotros, ahora cuando todavía somos jóvenes.
Ignacio Fornés

FORO DE MEDITACIONES

Meditaciones predicables organizadas por varios criterios: tema, edad de los oyentes, calendario.... Muchas de ellas se pueden encontrar también resumidas en forma de homilía en el Foro de Homilías